Maricel Andrada (Arte y cultura originaria)

Nota sobre la artista nacida en Aminga publicada el 18 de abril de 2009 por GRUPO MAGMA.

(Foto: Imagen telurica - Maricel Andrada)

Para quienes escribimos sobre arte y cultura por lo general, suele darnos mucha satisfacción el hecho de poder introducirnos en el universo artístico de la provincia, más aun cuando el artista en cuestión lleva la impronta de ser parte de su tierra, es decir cuando no reniega de sus orígenes y nos brinda la oportunidad de conocer a través de su obra no solo, su autentica personalidad, sino todo un bagaje que hace a la historia de sus ancestros y del espíritu que impulsa sus creaciones.
Maria Celestina Andrada, nació el 21 de diciembre de 1971 en el Dpto. Castro Barros, paso su infancia en Aminga, cabecera del Dpto. y desde muy pequeña comenzó a manifestar sus dotes artísticas. Ya a los 9 años hacía retratos a lápiz de sus vecinos con una luminosidad sorprendente. Cursa el nivel medio en la Escuela Polivalente de Arte y más tarde continuara sus estudios en el profesorado de arte (IFDAC) y actualmente prepara la tesis de su licenciatura en arte, basada en su propia obra, que posee una especial inclinación por la simbología aborigen.
Como todo artista pasó muchos años buscando el designio de su propio arte, en primera instancia ha realizado óleos de carácter figurativo y paisajista, nos dice que ella no puede pintar basándose en fotografías sino que prefiere pintar como lo hacían los grandes artistas impresionistas, es decir al aire libre, porque cree significativo que el artista no solo pueda plasmar un determinado paisaje, sino que sea parte del mismo a través de la percepción de todos sus sentidos con el mismo, sin duda que esta es una experiencia que reclama el espíritu y que forma parte de lo que se llama inspiración, también suelen atraerle los patios de las casas antiguas de campo, las vetustas tinajas donde la gente tenia su reserva de agua potable y que hoy forman parte de los adornos naturales de las casas - estancias de los pueblos. Los morteros que integran un fragmento de la cultura de la gente del interior, también los morteros colectivos de los aborígenes.
En el 2002 se acerca al estudio de las diferentes culturas aborígenes de la región noroeste, especialmente la diaguita, a través de su propia investigación va logrando descifrar la vigorosa erudición de los nativos que indudablemente habían desarrollado un arte que estaba sujeto a sus propias creencias, más tarde ella intentará recrear en sus obras ese legado, usando para ello los mismos materiales que manipulaban estos, es decir pigmentos inorgánicos que utiliza tras someter los materiales a un particular proceso de extracción del color y más tarde implementara, fibras naturales, extraídas de plantas, cortezas, semillas, etc. usando para sus obras una variada gama de tonos tierras, ocres, y rojos, en una perfecta combinación. El mensaje de sus obras siempre intenta llevarlos a más allá de los límites formales, por eso sus pinturas también las extiende a los marcos o soportes creando de esta manera una especial simbiosis que produce un efecto inesperado en el espectador.
A través de su trabajo actual nos remite a que no perdamos la memoria de los aborígenes que fueron los auténticos y verdaderos dueños de la tierra, que asombrosamente poseían una visión impensada de cada objeto que los rodeaba, seres que estaban sujetos a su propio hábitat, de ahí que lo respetaran de forma tal que estaban consustanciados con la existencia misma al punto tal de interpretar y traducir sus costumbres en toda una forma de vida tan poderosa que aún en nuestros días y con nuestra civilización denostada a cuestas nos resulta difícil de interpretar, tal vez porque poseían una inteligencia deslumbrante y un verdadero compromiso con la naturaleza, algo que nuestras sociedades actuales no pueden lograr.
Es valido y elogioso sin duda el intento de rescatar los fragmentos de ese pasado como una afrenta a los que aun hoy siguen negando de alguna manera sus ancestros aborígenes cuando debería en realidad ser orgullo formar parte de esa tan nuestra y rica cultura.
Quizá conocer y valorar el arte que nos remite a nuestro gran pasado cultural debiera ser una constante, pero a más allá de esto Latinoamérica y sus culturas originarias siempre han respondido de la mejor manera, es decir con vida, a todo lo que se nos es impuesto desde fuera, desde otras latitudes que a un tiempo fueron nuestros verdugos.
Si bien es cierto que somos un crisol de razas debemos volver a las raíces y reconocer que solo cuando hayamos revalorado lo que fuimos, seremos capaces de crecer, pues sepámoslo de una vez por todas, la identidad no puede construirse desde fuera hacia dentro, sino muy por el contrario, si por ejemplo a los romanos les costo 20 siglos de guerras encontrar su identidad, a nosotros también ha de costarnos sudor y lagrimas, pero solo si poseemos la suficiente tenacidad habremos de lograrlo, y a veces solo la visión acertada de un artista puede acercarnos a lo profundo de nosotros mismos, para que al fin salgamos a luz como lo que somos realmente.
Mari – Cel Andrada, tal como firma sus obras, ha realizado innumerables exposiciones individuales y colectivas, en capital e interior de la provincia, también en otras provincias vecinas. Ha participado de diferentes Salones Nacionales, tales como el de la Fundación OSDE, CFI, el Salón de Banco Nación entre otros.
Actualmente trabaja en obras de gran formato y planea una exposición individual para octubre de este año si el tiempo siempre tirano y las obligaciones se lo permiten, resta que nosotros podamos despertar en los lectores el interés por una de las jóvenes y talentosas artistas de lo nuestro y se apasionen como nosotros por su trabajo.

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