(Foto: Uno de los añosos algarrobos que aún podemos ver en Anjullón)
Tu infaltable corazón de leño
vela en las sombras el cansado sueño
del otro corazón que ama y trabaja.
Y cuando el hombre sucumba
serás la cruz de palo de su tumba
y el cóncavo madero de su caja
Alejandro N. Martínez - Cba.
El algarrobo es un árbol muy arraigado en la cultura de nuestros pueblos costeños, hermosean los campos dando toda su utilidad, y dan "presencia de cuanta" en algunas casas bajo cuya sombra se amparan las reuniones de familiares y amigos.
"Bajo el árbol de Panchito
dicen que están por cantar".
Nos pareció importante conocer datos de su historia y de su utilidad para que lo valoremos y lo respetemos más.
El escritor, periodista, político y militar Lucio Mansilla publicó, en 1870, una obra de texto ameno y de grata lectura: "Una Excursión a los Indios Ranqueles". En ella nos cuenta la vida de los aborígenes y el paisaje de la región pampeana y allí encontramos que:
el algarrobo es el árbol que más abundaba, es el árbol más útil que tenían los indios.
Cuando los españoles llegan a nuestro país para la colonización se encuentran que los quechuas y diaguitas lo llamaban "tacú" (árbol de la providencia), y los guaraníes lo llamaban "ibopé" (árbol puesto en el camino para comer). Ellos lo llamaron "algarrobo pués le encontraban cualidades parecidas a las del algarrobo europeo.
Esto nos demuestra que en nuestro país, su orígen se remonta a épocas pre-hispánicas y hasta se encontraron deidades pre-incaicas talladas en su madera.
Los bosques de algarrobos añejos dieron el alimento a los pueblos nativos y a los primeros habitantes españoles.
Los quechuas consideraban al algarrobo como "árbol sagrado" que les brindaba pan y bebida, que ellos recibían como un don, por eso lo defendían, lo respetaban y lo veneraban. Una de sus divinidades principales era Zapam Zacum, que no solamente cuidaba a las "huahuas", sino que también era la protectora de los algarrobos.En tiempos de grandes sequías era el único alimento para los animales.
La devoción del "árbol" ha seguido viva a través de la historia y también entre los criollos por la cantidad de usos y aplicaciones: el follaje da sombra para el descanso, el fruto le permite hacer comidas y bebidas dulces; con su madera tenían calor y abrigo; la corteza les brindaba colorantes para los tejidos y tanino para curtir cueros; las hojas y su corteza eran también utilizadas para curar afecciones del cuerpo.
Tanta ha sido la influencia del algarrobo en ciertas regiones del país, que algunos etnógrafos han pensado clasificar a la cultura del norte como: "cultura del algarrobo".
DESCRIPCIÓN: Es un árbol de tronco grueso, copa frondosa que crece de manera silvestre donde el terreno es infértil y que soporta las altas temperaturas y las largas sequías.
Su altura puede llegar de 8 a 20 mts. y el diámetro de su tronco de 0,80 a 2 mts.
Su copa es frondosa con ramas y hojas abundantes que puede alcanzar hasta 15 mts. de diámetro.
La parte exterior de su corteza es negruzca, fisurada y leñosa y la parte interna de color blanco o de color rojizo.
Las flores crecen en largas espigas, son pequeñas y de color pálido.
Los frutos son vainas de pulpa dulce y carnosa que miden de 10 a 30 cm. de largo y de 1 a 1,5 cm de ancho.
Las semillas son de forma ovoide aplanada y de color pardo. Cada vaina puede llegar a tener de 20 a 30 semillas.
Tiene una o dos raíces "pivotantes" que llegan a gran profundidad buscando agua y tiene raíces laterales que se extienden en la parte superficial y por varios metros.
Carlos Villafuerte, en su "Diccionario de Árboles, Arbustos y Yuyos" nos cuenta que en Setiembre su copa se llena de verdor y antes de finalizar la primavera comienza a "pichusquiar", es decir a florecer; caen las flores inútiles y solo quedan las que fructificarán.
Al llegar el verano los algarrobos se llenan de frutos, y es entonces cuando aparece el "coyuyo" con sus estridencias sonoras.
Es creencia generalizada que el canto del coyuyo (o cigarra) hace madurar la algarroba. Comienza a cantar en diciembre cuando las vainas ya han madurado y llega a ser ensordecedor en las horas de la siesta.
Pasada la cosecha el animal enmudece y se oculta en la tierra hasta el año siguiente.
"...y el árbol padre queda solo, sin el canto del coyuyo y sin las vainas doradas".
Esta verdadera sinfonía de los algarrobales también sirvió de inspiración para la ocurrente copla.
Encontramos la siguiente:
"Dejate de cantar chicharra,
que me estás atormentando.
Andá cantale a tu abuela,
decile que yo te mando".
Datos extraídos de: "Divinidades Diaguitas" de Juan Z. Agüero Vera; "Una excursión a los indios ranqueles" de Lucio Mansilla.
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