Anjullón OnLine

Este Blog esta creado con la intención de hacer conocer más a mi querido pueblo de Anjullón, rescatar su historia y su cultura e informar los hechos más destacados del pueblo y/o protagonizados por sus hijos.
La foto de la portada es "la Iglesía de Anjullón".
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sábado, 20 de febrero de 2010

De Sol a Sol

(Foto: Vista actual de la casona donde funcionaba "el almacen de Don Alfredo de la Vega")

La principal tarea era sin duda el cuidado de las fincas. Se trabajaba de sol a sol. El horario no era regido por reloj, sino que el patrón o el capataz tenía que decir "ahura".
"Nosotros teníamos como patrón a Don Emilio Torres, que pagaba semanal. Al que no cobraba el sábado lo suspendía el lunes"
(Don Froilan).

La juntada de la uva la realizaban muchas veces las mujeres, y cada una tenía 3 cestos de poleo. Y cuando se cansaban no faltaba un patrón que -en serio o en broma, las amenazaba con una varilla de tala. Mientras que los hombres preferentemente pisaban la uva, "a pata limpia", o cuando la uva estaba más dura por haber sido castigada por el granizo, con botas.
Esto en las bodegas, "Caserita nomás" se hacían 100 - 200 litros. Pero luego vinieron las máquinas: primero las prensas, pequeñas y de madera (medio tonel) hechas por carpinteros de la zona, luego más grandes y de hierro, "importadas". Por último las moledoras de uva ya eléctricas para las bodegas mayores. La de Don Emilio Torres tenía una capacidad de 150.000 litros, a pleno.
Había otros cultivos, como la nuez, y en menor escala el olivo. El almacén de Don Alfredo de la Vega podía acopiar sin problemas 15.000 kilos de nuez, que se vendía bien.
Otro cultivo que desapareció fue el del trigo, y todavía quedan vestigios del molino en que se obtenía la harina "semita" (integral). Don Raúl Acosta nos habla de 2 molinos. "Mi papá hacía moler. Funcionó hasta 1914". Y otros cultivos para el consumo doméstico: maíz, zapallo, poroto.

El salario -fuera del "mensual", especie de siervo que trabajaba a cambio de techo y comida- era de 50 centavos y la comida. Don Raúl Acosta refiere que un patrón "tenía un ejército de servidumbre". Las mujeres eran mucamas, y los hombres trabajaban por la casa y la comida.
Cuando iba a Catamarca les traía "la medida de la Virgen": lienzo blanco que era la bendición de la Virgen, y que se portaran bien porque sino tendrían castigo. "Y la gente les creía".


La comida:
Tanto para el trabajador como en las familias, la comida básica era el locro, preferentemente de maíz, pero también de trigo, cocinado en ollas de hierro.

Había patrones que daban comida linda. Así Doña Eulalia menciona a Don Pelai (Peláez?), que además daba el desayuno. Generalmente se comía en el lugar de trabajo. Al locro podía agregarse charqui molido con nuez, "que lo dejaban como para tirar ramas" (Pito, referencia de su padre). Pero Don Froilán acota que "a veces el locro tenía gusanos".
Rara vez alternaba con puchero o carbonada. El hombre que era bueno era Don Burgos. Tenía "recova" (carnicería), de todo. Como tenía hacienda en el cerro tenía permanentemente un barril de 50 litros de vino, tarros de azúcar en un ranchito, donde nadie sabía. Era reserva para sus camperos. Lo que sobraba lo guardaban para otra vez. Tenía su mula para ir y volver.
A los peones les llevaba pares de alpargatas: "les sabía el n° a cada uno". Y si para alguno le faltaba le pedía las chancletas rotas para él y le daba las suyas.
Les llevaba 3-4 gallinas cocinadas, aparte de las crudas. Carne "a rolete". Era el único hombre que trataba bien al personal.
50 centavos de jornal, más tarde 60, 70, un peso. Era buena plata, si se piensa que un par de alpargatas costaba 15 centavos. El kilo de azúcar y cuarto de yerba eran 20 centavos. El pan -"unas tortas"- costaba 5 centavos, y el litro de leche no pasaba de 10 centavos. Era época de "un cinco de yerba, un cinco de grasa, un cinco de ...".

Obligadamente el peón sacaba "a cuenta" del negocio del patrón, el que siempre fiaba, y fiaba "a vuelta de año" y a cuenta de la cosecha. Pero estas facilidades tenían sus riesgos: muchos pequeños productores que no alcanzaron a cubrir sus deudas perdieron sus fincas.

Don Oscar Herrera cuenta de aquellos años: "había que trabajar mucho", nos "cuidaban" (vigilaban). Había que estar con la pala en la mano cuando salía el sol hasta que se ponía: 14-15 horas. "Había que clavar la pala de una sola vez, o hasta dos veces. Pero si se llegaba a tres, nos retaban de flojos. Cuando daba la comida el patrón era un locro de trigo pisado con sal, sin carne ni nada. Había que comer, con hambre no se podía andar!


De Ramiro Riedel, en "Anjullón, recuerdos de cuanta"

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