(Foto: El padre Julio Ferreira junto a la imagen de la Virgen del Valle)
Para obtener algunos datos del Padre Julio recurrimos a doña Maria Elena de la Vega Brizuela (Chicha) y, mate de por medio, recordaba con gran alegría algunas anécdotas que nos gustaría compartirlas.
El Padre Julio, anjullonense, de la familia de Doña Anselma y de Don Enrique Brizuela. Se hace cargo de la Parroquia cuando fallece el Padre Virgilio y vivía en la casa de don Enrique, casa que todavía se conserva y que actualmente pertenece a la familia Riedel.
Doña Chicha lo recuerda como "EL CURA GAUCHO", trabajador, generador de ideas, hacía trabajar a todos pues decía que "para todos siempre hay algo para hacer".
Para las fiestas patronales convocaba a las mujeres y les decía: "vengan todas con su escoba y barran las calles a la vuelta de la plaza"; también les hacía hacer arcos con ramas y flores por donde pasaría la procesión.
La anécdota siguiente aporta datos interesantes sobre el origen de la Virgen en la gruta del cerro:
"En una oportunidad preguntó: ¿dónde hay un lugar en el cerro para poner una Virgen?, y los hombres le contestaron: en la "casa de piedra", donde van los arrieros a resguardarse. Entonces vayan a trabajar preparando el lugar, despejando y abriendo una senda.
Trajo de Catamarca una imagen de la Virgen del Valle y la dejó en la Iglesia, y en cierta oportunidad le dijo a los hombres que tenía trabajando: El que se anime, venga a la Iglesia, saque a la Virgen y la lleva al cerro al lugar que prepararon, pero que sea en horas de la noche.(Recordemos que en ese entonces, año 1955, se vivía la persecución contra la iglesia por parte del partido Peronista).
Cuando su hermana Ñata, mayordoma, (de la que hablamos en otras notas) va a la Iglesia a limpiar, no encuentra a la Virgen; muy preocupada le avisa al Padre Julio, recibiendo como respuesta: y bueno, alguien ya se habrá animado a llevarla; quedate tranquila.
Al año siguiente los reune a todos y les dice: hace un año que la Virgen los está esperando en el cerro, preparense que hay que ir a festejarla.
Todos se organizaron con mucho entusiasmo y hasta los de Santa Cruz llegaban por una senda, orillando el cerro, a pié o a caballo. (hasta recuerda la escena que se veía a la distancia y se imaginaba que así hubiese sido el cruce de los Andes).
El Padre Julio le pide a todos los picapedreros que se animen y vayan a cortar piedras y armar bancos.
En esa primera fiesta, ella y toda su familia, se enteran que el que llevó la Virgen al cerro fue su hermano Alberto (Q.E.P.D.) y que lo había hecho en horas de la noche, ni lo vieron salir ni volver; amaneció en la casa y nunca les había contado de su "hermosa aventura".
Pero el Padre Julio siempre iba mas allá, ese mismo año les dijo: acá en la Gruta hay que hacer fiesta después de la misa y la procesión, así que traigan instrumentos, canten y bailen; compartan la alegría.....y así se hacía.
Todo lo que proponía era realizado; ni se nos ocurría protestar o borrarnos."
Qué bárbaro!, al escuchar esto me quedé pensando un largo rato y me pregunté:
¿Cuándo empezamos a protestar y a quedarnos cómodos sin colaborar?
Para pensarlo.
El Padre Julio enfermó, y cuando ya no se sentió bien, se fue a Catamarca. Allí falleció y un colectivo con gente de la Costa partió para despedirlo.
Un recuerdo emocionado y agradecido y una oración por su descanso en Paz.
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