Algarrobo, cardón, jarilla...
qué más necesita Ismiango
para convertirse en un mundo sencillo y cercano,
un mundo para vivir,
un mundo donde moverse al ritmo de la
naturaleza...
y recobrar humanidad.
ALGARROBO
¡Algarrobo! Señor de soledades,
querencia de los dioses del diaguita,
guardián de los eriales, yo te canto,
y mi canto es oración de la tierra
que sube por tu savia hacia los cielos.
Gracias, padre árbol, porque existes,
por brindarte en amistad sin retaceos
al pájaro que anida entre tus ramas,
a la bestia que a tu sombra se guarece
y al coyuyo que canta estremecido.
Gracias por volver en cada primavera,
verde joven de esperanzas y cosechas,
madurando tus vainas en verano,
anunciando carnavales con aloja
y escaseces con patay y con mashaco.
¡Algarrobo! Es batea y es horcón,
vara cumbrera, palenque en el corral,
es mortero anticipando mazamorras,
y cuando el hacha impiadosa te desgarra
eres lumbre y calor en el hogar.
Un día tu madera bajo tierra
será mi último cobijo protector
y tus ramas en cruz recordarán
que un amigo, poeta agradecido
simplemente porque existes te cantó.
«MORIR DE PIE»
Crucificado en el yermo solitario
se erige cual plegaria dolorida:
historia postuma de Ismiango
escrita en el silencio pedregoso.
Es la cruz a la vera del camino
-evocación de pasadas lozanías-
hermanando idéntico destino
del ancestro vegetal y del humano.
Lacerante sintonía del destino:
morir para vivir en la nostalgia
de pasadas juventudes compartidas.
Hoy... en el silencio maduró un olvido.
(Árbol seco en Ismiango)
Bienvenidos los primeros poemas llegados al blog y felicitaciones a Don Hector por su obra literaria.
ResponderEliminarMuchas gracias y...esperamos más.
Me había quedado sin escribir la última estrofa de la primer poesía a los algarrobos de Izmiango. Ya está hecha la corrección asi que invito a todos a leerla nuevamente ya que realmente está muy buena.
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