(Foto: Don Nolberto Mercado en su burro)
Otra fiesta a lo grande era el fin del ciclo escolar. Comenzaba a las 14 y terminaba a la luz de los clásicos radiosoles, con los consiguientes inconvenientes: que se acababa el kerosén, que había que "darles bomba" o purgarlos.
Se realizaban verdaderas obras teatrales, que llevaban varios meses de preparación. Había un "elenco estable", cuyo "primer actor" fue Héctor Quintero. Era un decidor, payador nato, improvisador. Le venía de herencia, de su padre Don Vicente Quintero. Unos vinitos en la confitería que funcionaba en la casa de Blanca Brizuela bastaban para soltar la lengua, y una payada con Don Ramón Brizuela, "el crespo", podía terminar así:
"Vos sos un simple portero
que ni campana sabís tocar
ni un litro e'vino pagar
y si seguís embromando
ahurita te hago c..."
La sensibilidad artística la llevaban muy adentro, y así Don Nolberto, fallecido recientemente, dos días antes de morir, a los 92 años, recitaba estrofas de Martín Fierro.
Qué hombre, Don Nolberto, de saludar donosamente con una reverencia sacándose el sombrero, sin faltar un "señor". Si hasta los animales que, forzado por la necesidad, tenía que sacrificar, formaban parte de su mundo interior. Y así describía con ternura una tambera: "yo me acuerdo que "ella" tenia el pelaje blanco, una mirada mansa..."
No podemos dejar estos testimonios externos de la religiosidad popular sin mencionar un hecho que marca lo profundo y auténtico de esta fe.
Y el relato es de Doña Amalia: "...Mi papá era muy religioso. Había en casa un cuadro del Sagrado Corazón. Los viernes a la noche le decía a mi madre: vieja, trae la vela, voy a conversar allá (a la pieza del Sagrado Corazón).
- Y qué conversas?
- Conversamos de hombre a hombre.
Y se demoraba mucho. Y le digo:
- ¿Qué le has dicho al Corazón de Jesús?
- Le he dicho tantas cosas que ni me acuerdo (de pícaro).
- Y qué te ha dicho?
- Ah, esas son cosas mías.
De Ramiro Riedel, en "Anjullón, recuerdos de cuanta"
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