(Foto: Alambique todavia en uso, pera ya la grapa no es pecado ni es negocio)
El motivo de los viajes al norte era principalmente comercial, para llevar el producido local a Tucumán, y de allí traer proveduría que no se producía en la zona, como azúcar, ropa, medicamentos, artículos del hogar.
La mercadería que se "exportaba" de la zona era principalmente vino, grapa, nueces, frutas secas. A veces también tejidos.
Pero había una circunstancia que le daba un cariz particular a estos viajes: el contrabando. No siempre el tráfico comercial se realizaba por carriles legales, y entonces había que tomar precauciones especiales, porque los inspectores de lo que sería el INV (Instituto Nacional de Vitivinicultura) eran sabuesos avezados y conocedores de las artimañas lugareñas.
El objeto de contrabando era: de ida, el vino y la grapa; y de vuelta el tabaco.
Estos inspectores, con reputación de policíacos e insobornables, no sólo controlaban la comercialización, sino ya antes la fabricación clandestina y la tenencia del producto.
Pero el ingenio se agudiza por ambas partes. El pequeño consumidor que no se dedicaba a comercializar el vino, que quería tener su "vinito", escondía la bordalesa entre las viñas, tapándola con basura, o semienterrándola en zanjas.
Así hacía Don Enrique Brizuela, "pequeño" consumidor que tenía fama de "despachar" 5 damajuanas diarias.
Otros, don Poli, que vivía cerca de la iglesia, no encontró astucia más "santa" que esconder las damajuanas detrás del altar de la iglesia...
"Mi padre, cuenta "Pito" de la Vega, que tiraba muy bien -tenía dos Colt de la Scotland Yard- al ver llevarse dos damajuanas de grapa por los inspectores, sacó el revólver y en dos tiros dejó a los inspectores con las orejas de las damajuanas en las manos", haciendo desaparecer el cuerpo del delito.
Estos, los inspectores, decomisaban el producto y secuestraban el alambique. Esto llevaba a la instalación clandestina en los montes, donde incluso se trabajaba de noche. Y con sus riesgos: A los Peláez-Pinilla se les reventó un alambique y los mató a todos (3). Están las placas en el cementerio.
Pero los inspectores también tenían sus recursos, y frente a una damajuana rota empapaban una toalla con el líquido derramado... Cuando podían, porque el padre de Don Óscar Herrera "no los dejó chaguar la toalla".
Una vez, y esta es otra de don Poli, llegan unos turistas por frente de su casa. Don Poli, como de costumbre, sentado en un tronco y curioso de todo el que pasaba. Pregunta va, pregunta viene, los turistas se ganan la confianza. "¿No tiene grapa, Don Poli?, preguntan medio en secreto. -"Y de la buena", responde Don Poli, cayendo ingenuamente en la trampa de los inspectores disfrazados de turistas.
En los viajes de contrabando, la mejor ayuda eran las noches, frías, con llovizna, de Junio-Julio, porque las inclemencias se tornaban cómplices de los infractores contra los inspectores.
Otras veces la misericordia encontraba resquicios en el pétreo corazón de los guardianes de la Ley. "Así una vez los inspectores se dan con un viejito que traía dos carguitas de tabaco. Para disimular le había puesto mazorcas de maíz con chala en la boca, y el resto, tabaco. El hombre se asusta en la inesperada circunstancia, y a la pregunta: Qué lleva, don, responde: Tabaco en mazorca. Qué susto tendría el hombre que los inspectores le tuvieron lástima y lo dejaron seguir" (Don Froilán).
Más avisados los transportistas clandestinos cuando llegaban a destino "a deshora la noche" mandaban "un animal" (un mensajero montado) que ofertaba el producto y cerraba trato.
Estas travesías tenían sus riesgos. "Don Doril Fuentes iba con contrabando con un changuito. Llegó de noche a la parada en el monte, y sin nada que comer. Se llegan a Catamarca a comprar mortadela, pan y esas cosas. Al salir, un ladrón los espera cuchillo en mano, esperando hacerse del dinero de la venta. Pero qué si todavía no habían vendido nada! Lo mejor fue poner distancia huyendo lo más rápido posible a la seguridad del monte, donde el ladrón desistió de seguirlo" (Don Froilán).
Otras veces el inconveniente podía provenir de los mismos animales: "Una vez, un viejo llevaba un burro cargado con vino y aguardiente, y en la Cébila se le murió el burro que llevaba la carga, y no tenía más animal que el que montaba, para echarle un barril. Puso un barril tras la montura de él y lo "reató" bien, y al otro barril lo echó al hombro, e iba medio al trote para salir rápido de la Cébila. Hoy día quien hace eso!" (Don Froilán).
De Ramiro Riedel en "Anjullon, recuerdos de cuanta"
Este artículo es continuación de "Reatas".
Sr. Raúl, es verdad que esta al margen de la ley, cuando se tiene un "alambique" para la prepación de la grapa o vinagre. Pero si es para uso "industrial" la ley cae con todo su rigor. En estos tiempo la tecnologia lo ha superado, lo que hace que pocas flias de la costa, lo hacen por tradición familiar. Pero de todas maneras tienes la razon, te felicito por tus investigaciones. Don R. Quintero siga adelante que llegara lejos Ud y que todo el pueblo argentino conozca su Anjullón. JVG
ResponderEliminarConfirmo lo dicho por Jorge Garré, sigue adelante Raúl, el pueblo, sus costumbres, sus leyendas, historias merecen que el mundo las lea. Esto es esencia de folklore y su gente.
ResponderEliminarMaravilloso relato, es vívido y cautivador!
Noemi Carrizo