Anjullón OnLine

Este Blog esta creado con la intención de hacer conocer más a mi querido pueblo de Anjullón, rescatar su historia y su cultura e informar los hechos más destacados del pueblo y/o protagonizados por sus hijos.
La foto de la portada es "la Iglesía de Anjullón".
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miércoles, 6 de mayo de 2009

Reatas

(Foto: CARROS -ellos saben de distancias y de caminos, de trasnoches y de ausencias, de partidas y de retornos-)

Uno de los recuerdos que vuelve con más frecuencia en boca de los mayores es el de los viajes que se hacían en carros tirados por mulas (reatas), a Tucumán sobre todo, pero también a Salta y Jujuy, y en menor escala a Córdoba.
Los viajes al norte eran preponderantemente comerciales, mientras hacia el Sur, a La Rioja o a Córdoba, eran por razones de estudio.
Si bien nos ocupamos principalmente de Anjullón, cabe mencionar que muchas veces se organizaban verdaderas caravanas que concentraban comitivas de otros lugares, por ejemplo los que venían de Pituil, Famatina, Chilecito, por San Blas de Los Sauces, con sus cargas de vino, grapa, pasas de higo, pelones, etc., para comercializarlas en Tucumán.
En el trayecto se iban aumentando pobladores intermedios. La convergencia no era casual, ya que había fechas predeterminadas para los viajes, así como postas o paradas fijas para el descanso y relevo de animales.
Estas caravanas podían estar compuestas por 30, 40, 50 carros que se concentraban por Mazan o Aimogasta.
Udpinango era puesto de contrabando y lugar de concentración. Guaycama era el descanso más importante, y allí permanecían varios días para hacer comer bien a los animales. Además, en Guaycama se sentían seguros, protegidos, pues los de allí eran malos, poco menos que un refugio de maleantes: inspector que entraba no salía vivo. Imperaba la Ley del más fuerte.
La partida era un acontecimiento, y se hacía al son de un clarín ejecutado por el "trompa" o jefe que encabezaba la caravana. El paso por las localidades intermedias era anunciado de la misma manera.
Asimismo la vuelta era anunciada por el toque de trompeta, y la gente salía al paso a recibirlos o a notificarse de la travesía, a ver qué traían, a reencontrarse.
El toque de partida, recuerda "Pito", era muy triste y lo hacía un señor de La Rioja que trajo don Poli (Policarpo) y le decían "la chimenea".
El tiempo que duraba este viaje estaba entre los 30-35 días, y se pernoctaba "a la antigua", donde los sorprendía la noche. Sin embargo se privilegiaba las paradas en razón de los animales. Así por ejemplo por el lado de Carrizal los troperos tenían su "planchada" (Don Froilán) en una quebrada donde echaban los animales, y ellos dormían en la "boca" de la quebrada por las dudas los animales se vuelvan.
Otra condición determinante era la existencia de agua y pastaje. Así por ejemplo la parada de Miraflores, Catamarca, obedecía a la existencia de "alfa" (alfalfa) abundante. Allí se hacía el recambio de animales para seguir a Tucumán. La algarroba constituía una dieta suplementaria. Había quienes tenían 3 o 4 carros. Y cada carro tenía asignadas 16 mulas.
Don Oscar Herrera nos cuenta de los viajes que
se hacían con vino a Carrizal (donde se esperaba el tren), que a veces los "transportistas" se "machaban": "espichaban" la bordalesa (le hacían un agujero), sacaban el vino, llenaban los "chifles" (asta de vaca con base), tapaban el agujero con una espina, y se "machaban" todos. De vuelta largaban la rienda al animal, que solo reconocía la senda a la querencia...
Para qué decir, los caminos eran poco menos que huellas, a las que muchas veces había que acondicionar a machete y hacha.

Autor: RAMIRO EMMANUEL RIEDEL en "ANJULLÓN, Recuerdos de Cuanta"

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